La costa este de Alabama forma la bahía de Mobile, un lugar más clemente que el desierto. Allí, en Mobile, hay un pueblo llamado Fairhope, de oscuro suelo arenoso y agua color ámbar, donde la bahía está habitada por pequeños peces de color negro. Es decir, algo muy poco parecido a lo que buscan los turistas, como arenas blancas como el azúcar y aguas transparentes.
Fairhope tiene unos 17.000 habitantes, casas bajas y gente que vende melones y sandías en la parte trasera de sus camionetas. Tanta tranquilidad atrae a familias de pelícanos que han hecho de Fairhope su hogar, tan abundantes como las palomas, y aquí se pueden conseguir pasteles de cangrejo recién cosechado.
Pintoresco y precioso, un lugar para respirar aire puro y disfrutar de un paseo por las aguas tranquilas de la bahía, ha sido elegido por artistas y escritores y es raro dar un paso por la ciudad sin encontrarse con algún gran novelista. Es cierto que esto ha traído algunos cambios y Fairhope ya no es la tranquila ciudad donde cada quien sabía la altura de las mareas y el aire olía a ostras recién cosechadas; ahora hay negocios de marcas y gente bastante adinerada que llegan en vuelo a la ciudad.
Fairhope atrae a los intelectuales con sus bellezas naturales y su tranquilidad, pero los que saben, dicen que hay algo en el agua: son las famosas corrientes negras del río Fish, grandes masas de agua salada que corren bajo el agua dulce de la superficie y que son buscadas por las truchas que se ocultan en esas profundidades. El río Fish desemboca en la bahía de Mobile en un lugar llamado Boca Grande donde se pescan las mejores truchas de la región.
Otro lugar fascinante es Río Magnolia, un lugar donde el correo llega en barco, y el rio hace un recodo en una poza tan profunda y helada que parece no tener fondo. Aquí viven los famosos cangrejos azules del tamaño de un plato y camarones grandes como una armónica. Por el desborde de los ríos, las casas se siguen construyendo sobre pilotes, y el paisaje parece de un recóndito lugar en el Amazonas.
La bahía de Mobile es un espectáculo aparte. En un día claro se pueden ver los rascacielos de Mobile, que por la noche iluminan el cielo con su resplandor; el muelle, los antiguos rieles y el piso de concreto salpicado de escamas de pescado, y la silueta de los avezados pescadores tirando con pericia sus redes y a veces disputando sus pescados con los pelícanos.