Puente de Brooklyn

Es todo un símbolo de la ciudad. Es uno de los lugares que antes visitan quienes pasan unos días como turistas en los hoteles en Nueva York. Y no es para menos. El puente de Brooklyn (Brooklyn Bridge) es más que un puente. Cruza el East River, uniendo Brooklyn y Manhattan, dos de los barrios más emblemáticos de la ciudad. Supone la transición entre la Gran Manzana y sus rascacielos, y las tranquilas calles residenciales del bohemio barrio paralelo.

Cuando en 1852, el ingeniero y propietario de una compañía metalúrgica llamado John Augustus Roebling no pudo llegar a Brooklyn debido al hielo que cubría el río, ideó la solución con la construcción de un puente. Tres años más tarde ya había desarrollado el proyecto al que él mismo denominaría como una grandiosa obra de arte.

El puente, una vez acabado, sirvió para unir dos ciudades hasta entonces independientes. Hoy, el puente cuenta con dos niveles. El inferior con dos calzadas de tres carriles cada una por la que circulan a diario más de 145.000 vehículos. El nivel superior es una pasarela para uso peatonal y carril bici.

A lo lejos, se ven los rascacielos del Nueva York más tipico. Nosotros, desde el otro lado, nos sumergimos en el Brooklyn más alternativo y cosmopolita.

Sobre estas líneas, un joven cruza en patinete el puente. Muchos lo hacen cada día también en bici o haciendo footing. Abajo, se ve una vista en vertical del puente. Sus enormes cables de acero le dan una resistencia inusitada.

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