¿Qué hace el ayuntamiento de una ciudad con una zona portuaria abandonada, que no se usa desde hace años? Eso se preguntaron en Seattle hace un par de años, cuando decidieron inaugurar el Olympic Sculpture Park, en enero del año 2007. El momento fue un histórico para Seattle, pues la ciudad conseguía transformar un antiguo muelle de distribución de petróleo en uno de los parques de esculturas más innovadores en Estados Unidos.
Más de 120.000 toneladas de tierra ennegrecida tuvieron que sacar los seattelitas para recuperar de las garras del petróleo una playa abandonada a la contaminación. Hoy, el parque tiene una extensión de aproximadamente cinco campos de fútbol, y ofrece magníficas vistas a la bahía del Puget Sound. Cuando uno pasea por el parque durante una tarde tranquila, y puede ver ir y venir los ferrys rumbo a la isla de Bainbridge, se da cuenta de la belleza de este rincón de la ciudad.
En días despejados las montañas Olímpicas al oeste de la ciudad se perfilan en el horizonte. Como una terraza con vistas que se alza sobre las vías del tren y la avenida Elliott, el parque conecta el paseo marítimo con el barrio de Belltown, una zona muy de moda en los últimos años con lujosos apartamentos, restaurantes y clubs nocturnos.
Tanto los ciudadanos locales como los visitantes durante su estancia en Seattle, ya consideran este parque una joya de los EE.UU. Se trata de un sitio único para la contemplación, para dar un paseo o simplemente para relajarse durante un descanso del trabajo. El parque recuerda a otras transformaciones como la neoyorquina del High Park, o a lugares tan emblemáticos como El Peine de los Vientos de Chillida en San Sebastián. El recinto, a lo largo y ancho del antiguo muelle, cuenta con 18 esculturas. Las hay para todos los gustos, estos son solo algunos ejemplos:
Eagle, de Alexander Calder:
Ocupa el lugar más céntrico. Incluso en un día gris y nublado como hoy, no faltan los visitantes haciendo fotos a esta estructura de acero pintado de color rojo anarajando como fondo. (Aquí puedes ver una panorámica interactiva de 360 grados tomada desde debajo de la escultura).
Wake, de Richard Serra:
Estas paredes ondulantes de hierro de más de cuatro metros de altura sugieren olas marinas o la silueta de barcos de guerra.
Typewriter Eraser, Scale X. de Claes Oldenburg y Coosje van Bruggen:
Gigantesca representación de una goma de borrar para máquinas de escribir, rodeada de plantas y vegetación nativa del Noroeste Pacífico especialmente escogida para el parque.
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